El taller es una atalaya sensorial, abierta al paisaje y a cualquier uso. Acoge sin dificultad una clase de yoga, taller de cerámica o pintura, sala de cine, sala de reuniones. Al abrir del ventanal se convierte en una extensión del jardín donde disfrutar de un cóctel al atardecer, observando el sol reflejado en las aguas del río.